jueves, 5 de mayo de 2011

Abel Tasman

Abel Tasman es uno de los múltiples parques nacionales que tiene este país. Esta situado en la costa norte de la isla sur. Allí pasamos 3 días, probablemente de los mejores del viaje. Nos alojamos en el backpackers que hay más cercano a la entrada del parque. El “pueblo” se llama Marahau. Alli encuentras un par de hostales, una granja con llamas, la cafetería y parada de autobús, un taller de tallado de madera Maori y una caseta-negocio de alquiler de Kayaks. El hostal tenia varias casas, casetas, prao para acampar y una cabra con la que tuve una relación especial.


El primer día decidimos explorar un poco el parque caminando. Para ver el parque entero necesitas aproximadamente unos 4 días. Puedes caminar hasta aburrirte, viendo diferentes playas y calas, o subiendo al monte. Caminando o en kayak, y si te cansas, no hay problema: Aquataxi y vuelta al hostal. Nosotras como somos bastante tranquilas no teníamos intención de ver todo el parque asi que nos lo tomamos con calma. Y como describir paisajes no es lo mío, pongo fotos, que para eso me gaste un pastizal en mi cámara J


                                                     Conquistando un islote.
                       Colonizando la isla y expulsando a los habitantes nativos.





                Rompiendo los pantalones por hacer el chorra. Si las fotos subieran sonido, esta seria craggg ( o la onomatopeya que se use para rasgar tela).

En esa misma playa en la que rompí el pantalón, descubrí a mis amigos Sunflies que vienen a ser como mosquitos, pero mas cabrones. Yo estaba feliz sacando fotos, y veo unos bichejos pequeños en mis pies. Los quito con la mano y veo que tengo puntitos como de sangre...no le di importancia, en ese momento me hizo hasta gracia. Pero una hora mas tarde cuando empezaron a picar ya no. Y cuando por la noche me picaron más, menos aun. Mas de 30 picaduras entre los dos pies. El picor dura mas de una semana, no es como los mosquitos normales. Y lo mejor: te queda cicatriz. Hace ya casi un mes y aun tengo puntitos marrones oscuro en los pies. Luego te fijas en las piernas del resto de la gente y ves que no eres el único, le pasa a todo el mundo.

El segundo día me dio por madrugar. Así que me fui a dar un paseo y a sacar alguna foto. Levantarse a las 6 se la mañana a veces tiene sus recompensas. 




 

Después del paseo y el desayuno decidimos seguir explorando un poco el parque, pero esta vez por mar. Así que alquilamos un Kayak. Conseguimos ir hasta una de las dos pequeñas islas que hay al principio del parque. Las vistas no tenían precio, y el tener un islote para ti solo tampoco. Así que comimos ahí y mientras Hanna se echaba una siesta, yo me intente pegar un baño. Viendo el color del agua y el sol uno se puede pensar que eso era un sitio tropical con agua calentina. Pero no. Era como meterse en una nevera. Igual de fría que la del Cantábrico.








La anécdota del día fue al ir a devolver los Kayaks. Estábamos en la playa esperando a que llegara la furgoneta y vemos que vienen dos Kayaks echando una carrera y dando gritos. Ya piensas "Españoles o Sudamericanos seguro". Pero no lo sabes seguro... hasta que llegan a la orilla, y se ponen a mover el Kayak para llevarlo hacia donde esta la furgoneta. Y uno de ellos, intentando subir el Kayak al hombro empieza a cantarle a su amigo "Échame una mano prima, que viene mi novio a verme..."

Esa noche, después del ejercicio, nos merecíamos una buena cena. Y que mejor manera de romper la rutina de Arroz-pasta-noodles... que con esto:


Al día siguiente nos tocaba esperar al autobús un par de horas, así que dejamos las maletas en la cafetería y fuimos a investigar un poco. Dimos otra vuelta por el taller de madera y luego caminamos por la única carretera/calle que tiene el pueblo, donde descubrimos la granja de llamas y a nuestro amigo el perro gordo.














De la que volvíamos a la parada me fijo que en el suelo hay castañas. Lo que derivó en otro momento gracioso. Yo. "Mira castañas."
Hanna: "Si, Donde yo vivo en Suecia hay un montón. De pequeña jugaba a pegarles patadas"
Yo: "Yo juego a comérmelas. De hecho voy a recoger unas cuantas para hacerlas en el próximo albergue".
Hanna: "¿Qué? eso no se come." 

Pero al llegar a Wellington demostré que si, que se comen. Ahora, para saber si le gustaron o no, os toca esperar.

3 comentarios:

  1. yo se como termina la historiaaaaaaaa....: ¿teniais sidrina?. mira que no haber comido nunca castañas, que vergüenza

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  2. No teniamos, pero habia leche que es una buena variante ^^
    Aqui tienen cosas a las que llaman sidra, pero no hay color. Sidra de pera y de jengibre... ¿donde se vió eso?

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  3. Ah, qué bonito reportaje (Naturaleza, paisaje, fauna, arte, deporte, lucha canina, hipnosis caprina...) Mereció la pena el madrugón. Sique contándonos cosas cuando puedas. ¿qué tal va todo?. Santos

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